Diseñando mi yo del futuro
Diseñando mi yo del futuro
En nuestro proceso de desarrollo personal necesitamos conectar con nuestro sabio interior además de con nuestro niño interior. Te cuento cómo.
El niño interior
Para quienes estamos vinculados con el mundo del desarrollo personal, tanto por curiosidad, interés personal o profesional o, simplemente, por estar en un proceso de terapia, el concepto del “niño interior” no es nada nuevo. En palabras del psicólogo Armando Arafat, el niño interior “refleja al niño que una vez fuimos en sus aspectos «negativos» y «positivos». Nuestras necesidades insatisfechas y nuestras emociones infantiles reprimidas, así como nuestra inocencia, creatividad y alegría infantil, todavía están latentes dentro de nosotros.” O lo que es lo mismo, dentro de nosotros todavía vive ese niño, esa niña que fuimos allá y entonces. Ese niño, esa niña que tuvo que hacer frente a situaciones que le abrumaron y necesitó realizar, como dice la terapia Gestalt, un ajuste creativo que le llevó a conclusiones sobre si mismo, sobre sus relaciones, sobre el mundo. Y, sorprendentemente, esas conclusiones, años después, en su vida adulta, han seguido latentes en un segundo plano. A veces, son el poder en la sombra, están detrás de determinadas decisiones y actitudes importantes, sin que seamos conscientes de ello. Es digno de mencionar el trabajo que la psicóloga Victoria Cadarso realiza con el niño interior, una de sus áreas de interés, a la que le ha dedicado dos de sus libros, “Abraza a tu niño interior” y “El niño interior encuentra el amor”.
Mi sabio interior
Comparto hoy una reflexión que me ha surgido a partir de un programa que estoy cursando, creado por Shirzad Chamine, Positive Intelligence, autor del best-seller del mismo nombre. Definitivamente es importante atender y trabajar con nuestro niño interior, aunque también lo es poner el foco en nuestro yo del futuro, en nuestro yo de la última etapa de nuestras vidas.
Imaginemos que tenemos 80 años y que estamos en pleno uso de nuestras facultades físicas y psíquicas. Observemos la escena y pongamos foco en lo siguiente:
¿Cómo estamos? ¿Qué aspecto tenemos? ¿Cómo vestimos? ¿Cómo nos movemos, hablamos, reímos…?
¿Dónde estamos? ¿En el mismo lugar en el que vivimos hoy o en algún sitio completamente diferente? ¿Cómo nos sentimos allí?
¿Con quién estamos? ¿Pareja, familia, amigos, mascotas? ¿O estamos solos? ¿Hemos buscado esa situación, de compañía o soledad, o nos la hemos encontrado?
Y, lo más importante, ¿quiénes somos? ¿qué hemos aprendido en todos estos años? ¿qué hacemos ahora que antes no hacíamos? ¿qué hemos dejado de hacer? ¿qué es lo importante y qué es lo accesorio?
Tal vez nos cueste pensar en nuestro “anciano interior” porque la vejez nos conecte con la decrepitud y la muerte. Sin embargo, recordemos que la edad, cuando va acompañada de consciencia, nos acerca a un territorio de lo más interesante y trascendente: la sabiduría.
Y algo más. Al niño interior sólo podemos gestionarle, porque no podemos viajar en el tiempo, no podemos ir allá y entonces, cuando la herida se originó, no podemos salvar a ese niño que fuimos. Pero sí podemos plantar desde HOY las semillas de quién queremos ser al final de nuestros días. Hoy podemos empezar a diseñar y vivir la vida que necesitamos vivir para alcanzar la sabiduría que los años nos regalan. Piensa en los ajustes que tienes que hacer ahora mismo en los tres centros de inteligencia que nos señala el Eneagrama, el sentir, el pensar y el hacer.
El momento es hoy. Os dejo, voy a empezar a plantar las semillas de mi futura yo.