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Autor: Cris Moreno

La excelencia: un hábito más que un logro

Excelencia

La excelencia a menudo se percibe como un objetivo lejano, casi celestial, difícil de alcanzar y más aún de sostener. Sin embargo, si acercamos este concepto a nuestra realidad diaria, podremos ver que nuestras acciones habituales son el verdadero terreno donde germina la excelencia. No se trata de escalar una montaña metafórica hacia el pico del logro, sino más bien de encarnar la excelencia en cada acción, no importa cuán pequeña sea.

“La perfección sencillamente no es humana. La excelencia sí.”, decía Gonzalo Martínez de Miguel en “Liderazgo Esencial. Mapas del mundo para Marta“, una joya literaria con la que me topé hace más de una década. Este enfoque hace de la excelencia un proceso constante, humano, elegible y alcanzable, donde la clave radica en dedicar nuestro máximo esfuerzo en cada tarea que desempeñamos, transformando “hacer lo mejor posible” en una práctica diaria.

Entender que la excelencia debe ser parte de nuestra vida diaria implica adoptar un compromiso persistente por mejorar en todo lo que hacemos. Da igual si se trata de una tarea mundana como lavar platos o una interacción social; la excelencia debe ser un objetivo constante. Este compromiso requiere una combinación de disciplina, persistencia y entrega total, y se convierte en una relación simbiótica con nuestras acciones: al dejar de buscar la excelencia, dejamos de ser excelentes.

Para hacer tangible esta búsqueda, podemos empezar a reflexionar sobre tres preguntas:

  1. ¿Qué debo empezar a hacer? Identifica áreas de mejora o nuevos comportamientos que puedan potenciar tus resultados.
  2. ¿Qué necesito dejar de hacer? Reconoce y elimina viejos hábitos que impiden tu progreso.
  3. ¿Qué necesito aprender a hacer? Busca adquirir conocimientos o habilidades para implementar los cambios deseados y superar tus limitaciones.

Excelencia: La Clave Para Desbloquear Tu Potencial Máximo

En cualquier proceso de coaching, el concepto de excelencia es un tema recurrente y esencial. Es un compromiso con nosotros mismos para superar constantemente nuestras limitaciones y alcanzar niveles de desempeño que nos llenen de orgullo. No se trata de competir contra otros, sino de competir contra nuestra versión anterior, mejorando continuamente en todos los aspectos de nuestra vida.

Los pilares de la Excelencia

1. Pasión: Para alcanzar la excelencia, es esencial realizar actividades que nos apasionen. La pasión es el motor que nos impulsa a seguir adelante, incluso frente a los obstáculos y desafíos.

2. Disciplina: La pasión sin disciplina es como un vehículo sin dirección. La disciplina nos permite establecer rutinas y hábitos que conducen a la mejora continua.

3. Persistencia: La excelencia requiere de un compromiso a largo plazo. La persistencia nos ayuda a no rendirnos frente a los fracasos y a verlos como oportunidades de aprendizaje.

4. Adaptabilidad: En un mundo en constante cambio, la capacidad de adaptarse rápidamente a nuevas situaciones es crucial para la excelencia. La adaptabilidad nos permite encontrar nuevas soluciones a problemas y superar los desafíos de manera creativa.

5. Mentalidad de crecimiento: Creer que podemos mejorar y que nuestras habilidades no están fijas es fundamental para alcanzar la excelencia. Una mentalidad de crecimiento nos permite enfrentar los desafíos con entusiasmo y verlos como oportunidades para crecer.

Cultivando la Excelencia

¿Cómo podemos empezar a cultivar la excelencia en nuestras vidas? Aquí hay algunos pasos prácticos para comenzar:

  • Establece objetivos claros y medibles: Define lo que quieres lograr y establece metas específicas para llegar allí.
  • Desarrolla una rutina diaria: La constancia es clave para la mejora continua. Crea una rutina que incluya tiempo para tu desarrollo personal, profesional y físico.
  • Pide feedback: No podemos mejorar en aislamiento. Pide feedback a mentores, coaches y compañeros para ver dónde puedes mejorar.
  • Aprende de los fracasos: Adopta un enfoque positivo hacia los fracasos, viéndolos como lecciones valiosas que te acercan a la excelencia.
  • Rodéate de excelencia: La compañía que mantenemos puede tener un gran impacto en nuestro desempeño. Rodéate de personas que también busquen la excelencia en sus vidas.

La excelencia es un hábito, un viaje de constante aprendizaje y crecimiento. Al cultivar la pasión, la disciplina, la persistencia, la adaptabilidad y una mentalidad de crecimiento, podemos desbloquear nuestro potencial máximo y alcanzar alturas que nunca imaginamos posibles.

Diseñando mi yo del futuro

En nuestro proceso de desarrollo personal necesitamos conectar con nuestro sabio interior además de con nuestro niño interior. Te cuento cómo.

El niño interior

Para quienes estamos vinculados con el mundo del desarrollo personal, tanto por curiosidad, interés personal o profesional o, simplemente, por estar en un proceso de terapia, el concepto del “niño interior” no es nada nuevo. En palabras del psicólogo Armando Arafat, el niño interior “refleja al niño que una vez fuimos en sus aspectos «negativos» y «positivos». Nuestras necesidades insatisfechas y nuestras emociones infantiles reprimidas, así como nuestra inocencia, creatividad y alegría infantil, todavía están latentes dentro de nosotros.” O lo que es lo mismo, dentro de nosotros todavía vive ese niño, esa niña que fuimos allá y entonces. Ese niño, esa niña que tuvo que hacer frente a situaciones que le abrumaron y necesitó realizar, como dice la terapia Gestalt, un ajuste creativo que le llevó a conclusiones sobre si mismo, sobre sus relaciones, sobre el mundo. Y, sorprendentemente, esas conclusiones, años después, en su vida adulta, han seguido latentes en un segundo plano. A veces, son el poder en la sombra, están detrás de determinadas decisiones y actitudes importantes, sin que seamos conscientes de ello. Es digno de mencionar el trabajo que la psicóloga Victoria Cadarso realiza con el niño interior, una de sus áreas de interés, a la que le ha dedicado dos de sus libros, “Abraza a tu niño interior” y “El niño interior encuentra el amor”.

Mi sabio interior

Comparto hoy una reflexión que me ha surgido a partir de un programa que estoy cursando,  creado por Shirzad Chamine, Positive Intelligence,  autor del best-seller del mismo nombre. Definitivamente es importante atender y trabajar con nuestro niño interior, aunque también lo es poner el foco en nuestro yo del futuro, en nuestro yo de la última etapa de nuestras vidas.

Imaginemos que tenemos 80 años y que estamos en pleno uso de nuestras facultades físicas y psíquicas. Observemos la escena y pongamos foco en lo siguiente:

¿Cómo estamos? ¿Qué aspecto tenemos? ¿Cómo vestimos? ¿Cómo nos movemos, hablamos, reímos…?

¿Dónde estamos? ¿En el mismo lugar en el que vivimos hoy o en algún sitio completamente diferente? ¿Cómo nos sentimos allí?

¿Con quién estamos? ¿Pareja, familia, amigos, mascotas? ¿O estamos solos? ¿Hemos buscado esa situación, de compañía o soledad, o nos la hemos encontrado?

Y, lo más importante, ¿quiénes somos? ¿qué hemos aprendido en todos estos años? ¿qué hacemos ahora que antes no hacíamos? ¿qué hemos dejado de hacer? ¿qué es lo importante y qué es lo accesorio?

Tal vez nos cueste pensar en nuestro “anciano interior” porque la vejez nos conecte con la decrepitud y la muerte. Sin embargo, recordemos que la edad, cuando va acompañada de consciencia, nos acerca a un territorio de lo más interesante y trascendente: la sabiduría.

Y algo más. Al niño interior sólo podemos gestionarle, porque no podemos viajar en el tiempo, no podemos ir allá y entonces, cuando la herida se originó, no podemos salvar a ese niño que fuimos. Pero sí podemos plantar desde HOY las semillas de quién queremos ser al final de nuestros días. Hoy podemos empezar a diseñar y vivir la vida que necesitamos vivir para alcanzar la sabiduría que los años nos regalan. Piensa en los ajustes que tienes que hacer ahora mismo en los tres centros de inteligencia que nos señala el Eneagrama, el sentir, el pensar y el hacer.

El momento es hoy. Os dejo, voy a empezar a plantar las semillas de mi futura yo.

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